domingo, 19 de junio de 2011

Recital poético en Bilborock

Mañana, lunes, 20 de junio, a las 19:30 horas, la sala Bilborock acoge un recital poético a cargo de la Asociación Artística Vizcaína. Nuestra Coral estará en el escenario interviniendo con un repertorio variado entre las poesías de los participantes. La entrada es libre.
Esta sala de conciertos se encuentra dentro del Convento de la Merced en Bilbao La Vieja. Su estilo es de un barroco austero debido a la crisis económica que existía en el s.XVIII. En 1989 el Ayuntamiento de Bilbao lo compró como monumento histórico, ya que estaba en una situación de ruina profunda. Desde 1997 el edificio remodelado es la sede del proyecto BilboRock-La Merced.
Cuenta con una sala polivalente en la planta baja, palcos y coro, con capacidad para 300 espectadores sentados y 500 de pie. En la planta de bajo cubierta existen 7 locales de ensayo y el Archivo Musical de Euskal Herria.
Mi pequeña aportación a este arte de escribir desde el corazón va de la mano de Miguel Hernández, es un poema del libro "Viento de pueblo", titulado "Carta". Os dejo con él:

El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas

donde se apoya el recuerdo,

la gravedad de la ausencia,

el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas

navegando hacia su centro.

Donde voy, con las mujeres

y con los hombres me encuentro,

malheridos por la ausencia,

desgastados por el tiempo.

Cartas, relaciones, cartas:

tarjetas postales, sueños,

fragmentos de la ternura,

proyectados en el cielo,

lanzados de sangre a sangre

y de deseo a deseo.

Aunque bajo la tierra

mi amante cuerpo esté,

escríbeme a la tierra

que yo te escribiré.

En un rincón enmudecen

cartas viejas, sobres viejos,

con el color de la edad

sobre la escritura puesto.

Allí perecen las cartas

llenas de estremecimientos.

Allí agoniza la tinta

y desfallecen los pliegos,

y el papel se agujerea

como un breve cementerio

de las pasiones de antes,

de los amores de luego.

Aunque bajo la tierra

mi amante cuerpo esté,

escríbeme a la tierra,

que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir

se emocionan los tinteros:

los negros tinteros fríos

se ponen rojos y trémulos,

y un claro calor humano

sube desde el fondo negro.

Cuando te voy a escribir,

te van a escribir mis huesos:

te escribo con la imborrable

tinta de mi sentimiento.

Allá va mi carta cálida,

paloma forjada al fuego,

con las dos alas plegadas

y la dirección en medio.

Ave que sólo persigue,

para nido y aire y cielo,

carne, manos, ojos tuyos,

y el espacio de tu aliento.

Y te quedarás desnuda

dentro de tus sentimientos,

sin ropa, para sentirla

del todo contra tu pecho.

Aunque bajo la tierra

mi amante cuerpo esté,

escríbeme a la tierra

que yo te escribiré.

Ayer se quedó una carta

abandonada y sin dueño,

volando sobre los ojos

de alguien que perdió su cuerpo.

Cartas que se quedan vivas

hablando para los muertos:

papel anhelante, humano,

sin ojos que puedan serlo.

Mientras los colmillos crecen,

cada vez más cerca siento

la leve voz de tu carta

igual que un clamor inmenso.

La recibiré dormido,

si no es posible despierto.

Y mis heridas serán

los derramados tinteros,

las bocas estremecidas

de rememorar tus besos,

y con su inaudita voz

han de repetir: te quiero.

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